domingo, 5 de octubre de 2008

La Santa Muerte, un culto sincrético que crece en México


“Mexicanos veneran a la Santa Muerte entre calaveras y rosarios”. Con este titular que refleja adecuadamente el sincretismo que viven los adeptos del culto a la Santa Muerte en este país norteamericano, la agencia informativa DPA encabeza un artículo de Franz Smets.

Según este escrito, en México se venera a la muerte. Es mujer y lleva por nombre la Santa Muerte. La Iglesia católica, mayoritaria en el país, prohíbe su culto por considerarlo idolatría, pero sus fieles le llevan ofrendas de tequila, mezcal, cigarros, marihuana, dulces, dinero y joyas.

La Santa Muerte es horrible. Incluso con sus brillantes ornamentos queda al descubierto parte del esqueleto gris. Sobre el cráneo porta una peluca de larga cabellera marrón de la década del sesenta. Los fieles buscan consuelo, ayuda y salvación bajo su sombra de espanto. Cada primero de mes, a las 18:00, una larga fila de personas se forma ante el altar de "La Flaquita" en Tepito, uno de los barrios de peor fama de Ciudad de México por la presencia de contrabandistas y traficantes de droga.

El santuario es un gran cubículo de cristal que resguarda la figura, adornada con vestido, collares de perlas y decenas de anillos y cadenitas en los dedos sin carne. En la mano izquierda sostiene un globo de plástico: la Santa Muerte, como si fuera un dios, es la reina del mundo. Desde primeras horas de la tarde han llegado hasta el santuario cientos de personas de distintas partes de la capital mexicana y de estados del centro de México. Algunos lo hacen en automóvil. En las cajuelas abiertas y sobre los cofres se pueden ver ejércitos completos de "santas muertes". Cada figura es para un miembro de la familia: la madre, el hijo, la abuela, la cuñada, el primo.

Muchos cargan junto al pecho figuras de la "santa" con estilos varios: desde una delgada Piedad en traje antiguo a una exuberante mujer sobre una moto Harley Davidson. Durante la espera cada figura recibe ofrendas. Ante la imagen siempre se murmura una pequeña oración o una petición. Hacia las 18:00, cuando empieza a oscurecer, la plaza está llena. Con paciencia, los fieles esperan que les toque el turno de llegar ante el santuario.

Un mariachi ya está ahí. Los hombres, con sus trajes negros, cantan canciones rancheras y románticas: "Si nos dejan", "Sabes una cosa" y, por supuesto, "Cielito lindo", que es casi un himno para los mexicanos. Este santuario es el más famoso de los que han aparecido en honor a la Santa Muerte. Surgió como muchos centros de peregrinación en la Edad Media. "Hace cinco años coloqué este altar frente a nuestra casa", dice Enriqueta Romero Romero, de 60 años.

Pronto empezaron a llegar cada vez más personas con sus problemas. "Lo único que pido es que no digan tonterías, que no digan que sólo vienen acá los narcotraficantes, porque La Flaquita es la que algún día nos llevará con Dios", afirma. El santuario de Doña Queta (Enriqueta) se hizo famoso, entre otras cosas, porque, según los relatos, la "santa" obró milagros. "Una mujer con dos niños vino a ver a la 'santa', tenía sida. Rezó y dos meses después regresó, curada", asegura Enriqueta sin titubeos. Cuenta que también se curó milagrosamente una mujer que padecía cáncer. Enriqueta Romero Romero tiene siete hijos y 54 nietos, y vive de la venta de velas.

En la veneración de la Santa Muerte hay reminiscencias del culto a los muertos de las iglesias cristianas. Para los sociólogos, es probable que el surgimiento de la secta tenga alguna relación con la fiesta de los fieles difuntos del 2 de noviembre. "La creciente devoción se ha nutrido de un vastísimo sincretismo religioso mexicano, que entreteje las raíces prehispánicas con el catolicismo barroco español y trazos de santería", analizó el especialista mexicano en temas religiosos Bernardo Barranco.

Su culto comenzó a propagarse hace poco más de una década por México, América Central y el sur de Estados Unidos. En el centro histórico de Ciudad de México, entre los antiguos edificios de la época colonial, hay cientos de altares de la Santa Muerte en las esquinas y en las vecindades donde los vendedores ambulantes dejan durante la noche sus mercancías.

Cerca de Tepito, en la calle Bravo 35, hay incluso una iglesia en su honor. En la entrada, detrás de un cristal, la Santa Muerte y un Jesús barbado invitan a pasar al templo, un amplio espacio con un área dividida en tres sectores para los feligreses, un patio y una sacristía. Frente a la casa se venden artículos religiosos: velas, rosarios con calaveras, figuras de la Santa Muerte con alas extendidas y guadaña.

En la sacristía el autodenominado obispo David Romo acostumbra a recibir a fieles y visitantes. Sólo a cambio de dinero se puede obtener de él información. También hay que pagar o hacer algún donativo a cambio de los servicios del santuario para lograr la intercesión de la "santa". La Iglesia Católica Apostólica Tradicional México-USA dirigida por Romo no es reconocida ni por la Iglesia católica ni por la Secretaría de Gobernación de México, que le retiró su registro como asociación religiosa en 2005.

Ataviado igual que en las misas católicas, Romo abre sus ceremonias con la señal de la cruz: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", dice. Y empieza a predicar ante unas 100 personas. "¿Qué significa para ti la Santa Muerte?", pregunta. Nadie responde. Romo explica: es un ángel enviado por Dios a proteger al pueblo elegido de las humillaciones y del mal. Como sustento bíblico cita el segundo libro de los Macabeos: "Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto (a nuestros enemigos)".

Muchos de los fieles vienen del barrio de La Merced, donde se vende de todo: joyas, productos de santería, verduras y frutas, vestimenta, autopartes, bicicletas, material de oficina, muebles, carne pescado, armas, drogas, personas. La Merced es, según la policía, una de las áreas de mayor concentración de ladrones, asaltantes y delincuentes de todo tipo en México. En el patio del santuario del obispo Romo, dos jóvenes pintan figuras de la "santa". Están confeccionadas con papel maché. Una de ellas, de pie sobre un bote, transporta un alma al más allá. "Tal y como lo quiere Dios", dice el artista, un hombre joven con grandes ojeras, de poco más de 20 años.

"Muerte contra mis enemigos", dicen las velas que compran los creyentes y que colocan a los pies de la Santa Muerte en el área principal del santuario. Ahí, Romo colocó, junto a la también llamada "niña blanca", la imagen de un ángel con alas doradas para que todo el mundo entienda: muerte y ángel son una misma cosa, enviadas por Dios. Una oración dice: "Creo en ti, tu recoges igual a ricos y pobres sin hacer diferencias. Un día me llevarás también, pero hasta que llegue la hora te pido...". Y las peticiones pueden ser muchas: alimento, felicidad, salud, no caer en manos de la policía ni de un enemigo, que la muerte no los lleve antes de tiempo.

Fuente: Info-RIES nº 100 (30/09/08).

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