lunes, 6 de octubre de 2008

Cómo es el centro de meditación de Osho en la India


“Meditación en la India: en busca de una aventura mística (o sexual)”. Así titulaba recientemente el medio digital Soitu un reportaje escrito por Ana Díaz Cano, en el que relata de forma desenfadada su visita a un centro de meditación cerca de Bombay de la secta de Bhagwan Rajneesh, ya fallecido, y más conocido ahora como Osho.

India es la meca de la espiritualidad por excelencia, miles de personas se acercan cada año al subcontinente buscando su propia aventura mística. ¿Quieres saber qué se esconde detrás de uno de los Centros de Meditación más famosos de India? Pues adelante, porque nos hemos 'infiltrado' para contarte de primera mano todo lo que allí se cuece. Y hay algunas sorpresas…

India, mosaico cultural en donde es posible encontrar el mayor número de religiones del mundo: no sólo es la tierra donde nació el hinduismo y el budismo, el tercer país -después de Indonesia y Pakistán- en seguidores de Alá, sino que además cuenta con un rosario de religiones de las que muchos difícilmente habrán oído hablar, como el zoroastrismo, el sijismo o el jainismo. Y también están los gurús y las sectas. En este contexto de tan marcada espiritualidad me planteo tener yo misma algún tipo de experiencia mística, y por casualidades del destino me encuentro cerca del centro de meditación de uno de los gurús más influyentes del siglo XX: Osho, en la ciudad de Pune, a unos 200 kilómetros de Bombay.

Ya me imagino vestida con una túnica blanca y sentada descalza sobre una estera en un ambiente austero, donde ancianos de larga barba se entremezclan con otros más jóvenes. Me imagino llevando una vida casi de asceta, con frugales comidas vegetarianas y meditando todo el día en una lenta quietud, ¡uf! ¡qué rollo!, ¡no sé si lo soportaré! Pero tengo que intentarlo…

Lo primero que me sorprende al llegar al Centro de Meditación de Osho, es que no se trata de un modesto edificio que se cae a trozos, tal como yo había imaginado, sino que más bien se parece a un resort de vacaciones: piscina, pista de tenis, cibercafé..., pero, ¿qué es esto?? Pues sí, bienvenidos al Centro de Meditación Osho u «Osho Meditation Resort» como ha sido recientemente bautizado. Pero, ¿aquí la gente viene a meditar o a pasárselo bien? Bien, para entender en qué tipo de sitio estoy, primero sería necesario conocer un poco más a su fundador: Rajneesh u Osho (como prefería que le llamaran), un personaje tan carismático como controvertido, que inspiró un movimiento filosófico en los años 70 y 80 de gran calado entre los hippies del momento.

Sus críticas exacerbadas hacia otras religiones y su particular versión del tantrismo hinduista defendiendo el sexo como forma de alcanzar la iluminación, le hicieron muy polémico. Su sello distintivo fue sin duda la aceptación del materialismo y de los placeres terrenales, a diferencia de otros maestros de la época, que consideraban el desprendimiento de todo lo material como la clave para la búsqueda espiritual.

Pero claro, este singular maestro se vio salpicado de algún que otro escándalo, drogas, sexo, fraude... vamos, lo típico, hasta tal punto que llegó a ser deportado de los Estados Unidos donde había creado una comuna con sus seguidores. Además, el hombre tenía una serie de manías un poco raras como la de coleccionar Rolls Royce (nada, un hobbie de lo más normal). Su afición por estos autos lo llevó a ser propietario de 93 de ellos.

¿Un charlatán?, ¿un 'místico contemporáneo' como le han bautizado en alguna ocasión? Difícil decirlo, lo cierto es que cada año se acercan hasta aquí miles de personas, tanto extranjeros como indios y su popularidad no ha dejado de crecer como la espuma. Me pregunto: ¿qué busca toda esta gente aquí?, ¿realización personal?, ¿un remedio contra el estrés? ¿Es de verdad una comuna de «sexo libre», tal como algunos afirman? ¿Pura invención marketiniana para extranjeros estresados en busca de un pedazo de espiritualidad de la India?

En acción

Pues estoy a punto de averiguarlo, porque en estos momentos estoy vestida con una túnica color granate (todos tenemos que vestir del mismo color) y me dirijo al curso de introducción de este particular ashram, donde nos hablarán de los distintos tipos de meditación que se pueden practicar. Antes de esto, he tenido que hacerme la prueba del sida, trámite obligatorio para todo aquél que quiera formar parte de la «familia Osho».

El por qué, según me dicen, se debe a que Osho fue uno de los primeros en advertir sobre los peligros del sida en los años 80 y la lucha contra esa enfermedad se convirtió en una punta de lanza en sus predicamentos. Para otros, no deja de ser una simple medida de precaución para experimentar con desenfreno el sexo libre que Osho tanto defendía. No por acaso le llamaban el «gurú del sexo». Lo primero que me sorprende es lo heterogéneo del grupo en el que me encuentro, desde hombres de la edad de mi padre, hasta jóvenes veinteañeros con pinta de estar «buscándose a sí mismos». Aproximadamente un 70% son indios y sólo el resto occidentales (yo entre ellos).

Meditación activa: es la más característica de Osho y también la más «sui generis». Se practica sobre todo en la mañana y, según nos dicen, ayuda a relajarse de las tensiones y emociones reprimidas. Se divide en 5 etapas que nuestros instructores nos van explicando y nos invitan a repetir:

Etapa 1, "respirad caóticamente".

Etapa 2, "¡Explotad!" Expresad todo lo que necesitéis sacar. Volveos completamente locos. Gritad, chillad, llorad, saltad, sacudíos, reíd, tiraos al suelo...». - Y lo creáis o no, empezamos todos a berrear como energúmenos. Confieso que me siento muy ridícula, pero cuando observo por el rabillo del ojo a uno de mis compañeros, probablemente mayor que mi padre, gritando como un loco al mismo tiempo que se revuelca por el suelo como si acabara de ser mordido por un perro con la rabia, comprendo que nada de lo que yo haga o deje de hacer importa demasiado.

Etapa 3: "Mantened los brazos en alto todo el tiempo. Saltad arriba y abajo gritando: «Ju!, Ju!, Ju!,» en un sonido gutural" Vaya, ya que parecía que había pasado lo peor, pero no comienzo a saltar como todos los demás y a repetir el mantra. Esto cansa muchísimo, me está empezando a dar flato, así que empiezo a hacer trampas y mis saltos se convierten en un leve balanceo de mi cuerpo. Cuando escucho la campana que marca el paso a la Cuarta etapa, estoy literalmente muerta.

Las Etapas 4 y 5, afortunadamente son un poco más descansadas, aunque también hay algo de bailoteo y mucho movimiento. ¿Estoy relajada?, ¿he liberado todas las tensiones y toda mi rabia? Pues no lo sé, la verdad, lo único que siento es un dolor horrible en el cuello y un cansancio enorme.

Meditación Kundalini: ésta es una mezcla de danza y relajación. Meditación silenciosa: por fin parece que vamos a tener un poco de tranquilidad. Nos explican que meditar es un viaje hacia nuestro interior sin interferencias, pero que normalmente nos resulta imposible porque estamos dominados por nuestros pensamientos y emociones siendo muy difícil deshacernos de ellas. Así que nos invitan simplemente a no pensar, liberarnos de nuestras emociones…

Ya estoy cómodamente sentada sobre unas almohadas. Desde el momento que suene la campana, nos advierten, no podremos hacer ningún tipo de ruido ya que podríamos desconcentrar a los demás, así que se nos ruega un silencio absoluto. Parece fácil, pero ¿cómo consigo no pensar y desconectar de todo? "Bueno, pues voy a intentar no pensar. La verdad es que aquí se está bien, aunque toda una hora quizás se haga un poco largo. Ana, no hay que pensar, no hay que pensa... Vaya, creo que me pica algo en el pie, claro que cualquiera se rasca y que me echen la bronca, ¿y si pinto la pared de la cocina en un rojo fuerte?, creo que quedaría bien. ¡Ana, que no pienses!".

Pero imposible. Me asaltan toda clase de pensamientos absurdos: dónde voy a cenar esa noche, que le prometí a mi padre escribirle una postal... esto es mucho más difícil de lo que había imaginado. ¿Cómo se hace para no pensar? ¿Alguien lo sabe? Después de casi cuatro horas de meditaciones, llega el momento de darme un «garbeo» para ver qué es lo que se cuece al margen de las inocentes (aunque agotadoras, eso sí) meditaciones. No es difícil entablar conversación y todo el mundo parece estar más que dispuesto a contarme su experiencia. ¿Por qué están aquí?

Tommy, de 24 años, es americana, acaba de graduarse y no sabe cuál será su siguiente paso. Para averiguarlo y de paso intentar «conocerse un poco más a sí misma» decidió venir aquí. Encontró la información en Internet y no lo dudó. Compró un billete y se plantó en la India con la intención de quedarse al menos dos meses. Nakito es indio aunque su nombre parezca más bien japonés. Es profesor de yoga en Noruega, donde vive desde hace 10 años. Viene al Centro de Meditación Osho cada año para "meditar" y "pasárselo bien". "¿Por este orden?, le pregunto, ¿o quizás es más pasártelo bien y de paso meditar un poco? Se ríe mostrando su magnífica dentadura y como si se sintiera descubierto me confiesa que tiene un rollo con una española, aunque es un poco complicada la chica y no sabe cómo tratarla. Vaya.

"Pensar, divertirse, buscar el camino", quién hace un paréntesis en su vida... muchas son las razones para venir hasta aquí, y sorprendentemente un número muy alto repite, como Amar, un indio sij para quien ésta es su tercera vez. Por alguna razón Amar me inspira confianza y le hablo de mis dudas, de lo artificial que me parece todo, de la sensación de secta estando todos vestidos de la misma manera, del entusiasmo desmedido por Osho (en una de las meditaciones todos tenemos que levantar los brazos y gritar varias veces «Osho», «Osho», «Osho»).

Además, mucho me temo que un objetivo primordial de los que vienen aquí es claramente el de buscar algún tipo de aventurilla sexual. Llevo aquí tan sólo unas cuantas horas, y ya he recibido un par de propuestas para hacer algo más que meditar, una de ellas, ¡con trío incluido! Amar me escucha atento y asiente comprensivo, está de acuerdo en que la esencia de la comuna se ha desvirtuado bastante con los años, pero también me dice que a diferencia de otros gurús, Osho creía que la «búsqueda de sí mismo» era perfectamente compatible con el materialismo y los placeres terrenales (sobre todo el sexual).

Así es el «Osho Meditation Resort», un completo programa de meditaciones para todos los gustos, desde la agotadora y animada meditación activa hasta la clásica silenciosa en un jardín coronado por la estatua de un buda. Y cuando cae la tarde, ¿por qué no darse un bañito de piscina (eso sí, el traje de baño tiene que ser también granate), alternar con los «parroquianos», y después asistir a una de las fiestas que se organizan casi todas las noches en la explanada central? Sólo las primeras luces del amanecer marcarán para algunos el final de una larga jornada en la que espiritualidad y placer sí son compatibles.

Para más información sobre el Centro de Meditación Osho. ¿Cuánto cuesta? Inscribirse cuesta unas 1300 rupias (22 euros), incluye la prueba del sida y un curso introductorio de 4 horas. La cuota diaria son 400 rupias (6 euros), que da acceso a todos los tipos de meditación y a la utilización de todas las instalaciones. ¿Cómo vestirse? Con túnica granate durante el día y blanca por la noche. Se pueden comprar en la tienda del centro por unos 7 euros.

Fuente: Info-RIES nº 100 (30/09/08).

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